He muerto tantas veces, que ya “no queda más cera que la que arde”. Creí que iba a aprender a bien morir, pero fíjate tú por dónde, aprendí a bien vivir.
Ya no quiero morir más veces que la estricta y necesaria muerte. Hasta entonces, espero beberme la vida entre sorbo y sorbo de risa o de lo que se tercie.
Descontados ya los años, calculo que me queda… lo que se me resistió en otras muertes. Tiempo para confiar. Tiempo para amar. Me dará tiempo a reír y a llorar de felicidad, que de penas ya me morí muchas veces.
Y miraré de frente el amanecer sin deslumbrarme, que ya me cegó sin ningún pudor en tiempos ha. Y dejaré que las olas del mar mojen mis pies, sin arrastrarme bajo su piel. Y brillará la luna, y seguiré escribiendo versos como éstos, espero que mejores, hasta que me llegue el día.
Ya no quiero morir más veces que la estricta y necesaria muerte. Hasta entonces, espero beberme la vida entre sorbo y sorbo de risa o de lo que se tercie.
Descontados ya los años, calculo que me queda… lo que se me resistió en otras muertes. Tiempo para confiar. Tiempo para amar. Me dará tiempo a reír y a llorar de felicidad, que de penas ya me morí muchas veces.
Y miraré de frente el amanecer sin deslumbrarme, que ya me cegó sin ningún pudor en tiempos ha. Y dejaré que las olas del mar mojen mis pies, sin arrastrarme bajo su piel. Y brillará la luna, y seguiré escribiendo versos como éstos, espero que mejores, hasta que me llegue el día.